Existen muchísimos casos de intolerancia a la fructosa. Sin embargo, no todos son iguales. La mayoría son casos de malabsorción de la fructosa. Pero hay una patología más seria: intolerancia hereditaria a la fructosa (IHF)
La IHF es una enfermedad hereditaria donde la enzima aldolasa B, encargada de degradar la fructosa (en hígado, intestino y riñones), no funciona correctamente
Nos referimos a un error genético en el metabolismo de la fructosa. Es considerada una enfermedad rara que se hereda de padres a hijos (de carácter autosómico recesivo).
En este caso el problema no surge por «problemas» en la absorción de la fructosa. Ésta es absorbida por las células intestinales. Sin embargo, el organismo no es capaz de metabolizarla correctamente (degradarla). Esta falta de metabolización da lugar a la acumulación de un «producto intermedio» tóxico para el organismo. Tal situación da lugar a una serie de síntomas que mejoran con un buen tratamiento dietético.
Es una patología que se mantiene de por vida, siendo diagnosticada en edad temprana.
Los síntomas suelen aparecer con la introducción de la fruta y verdura en la dieta del niño.
Inmediatamente tras la ingestión de fructosa, se manifestará una sintomatología tal como: nauseas, vómitos, sudoración, letargia, alteración hepática aguda…
Si, a pesar de estos primeros síntomas, se sigue consumiendo productos con fructosa (aunque sea en pequeñas cantidades), podemos encontrarnos con: crecimiento insuficiente, alteraciones hepáticas, dificultades de alimentación y vómitos recurrentes.
Como vemos, son unos síntomas muy particulares que pueden cursar, además, con: convulsiones, ictericia, ascitis… Estos síntomas son más graves cuanta menos edad tiene el paciente.
Para confirmar el diagnóstico de IHF, contamos con pruebas tales como:
El único tratamiento efectivo es seguir una dieta que elimine las fuentes de fructosa, sacarosa y sorbitol. No se debe consumir más de 1-2 gramos de fructosa al día (en sus diferentes formas).
Para seguir una dieta correcta, es necesario conocer qué alimentos contienen esos elementos y leer detenidamente las etiquetas de los productos a consumir (son pocos los productos que se pueden consumir con IHF).
Si se sigue una dieta correcta, la mayoría de los síntomas desaparecerán. Puede persistir la hepatomegalia (aumento patológico del tamaño del hígado) durante meses o años.
Este tipo de dieta suele tener déficit de vitamina C, sería aconsejable tomar suplementos. Tomar una suplementación de ácido fólico podría ser beneficioso. El ácido fólico estimula la actividad de la enzima aldolasa B.
La malabsorcion a la fructosa es un tipo de intolerancia muy similar a la intolerancia a la lactosa. Esta intolerancia está más extendida de lo que podamos pensar. Muchos estudios calculan que puede afectar a entre un 40-60% de la población.
Esta situación es provocada porque las células intestinales no son capaces de absorber, total o parcialmente, la fructosa
La fructosa ha de ser absorbida en el intestino delgado por diferentes mecanismos. Para ello es necesaria una enzima transportadora específica. Si se produce una alteración de este mecanismo transportador, la fructosa no puede ser absorbida. Por lo tanto, este tipo de azúcar sigue su camino hasta el intestino grueso.
Ya en el intestino grueso, la fructosa es fermentada por las bacterias intestinales dando lugar a los diferentes síntomas de esta intolerancia.
Como en otras intolerancias a carbohidratos, pequeñas cantidades pueden no presentar sintomatología. También hay que considerar que el umbral para presentar síntomas es muy variable entre las personas afectadas. Otros factores a tener en cuenta, son las enfermedades asociadas y el grado de de intolerancia que se padezca.
La aparición de la sintomatología puede variar entre los 30 minutos y las 3-4 horas tras la ingesta de alimentos con fructosa.
Los síntomas son muy molestos, pero no tan graves como en la IHF. Entre ellos podemos destacar: distensión y dolor abdominal, diarrea o estreñimiento, ruidos intestinales, hinchazón, gases, vómitos y dolor de cabeza.
Existen varias pruebas para diagnosticar la malabsorcion a la fructosa:
Supone una dieta restringida en fructosa (a veces también en sorbitol). La restricción estará determinada por el grado de intolerancia (parcial o total), siendo más restrictiva a medida que el grado es más severo.
Esta intolerancia es poco conocida y muy extendida. Son varios los tipos que existen, pero todos tienen en común «no tolerar bien la fructosa»
La fructosa es un monosacárido o azúcar simple que no se descompone en otros compuestos simples. Para que nuestro organismo pueda utilizarla, es preciso que sea absorbida por las células intestinales y que sea metabolizada en el hígado donde se acumula en forma de glucógeno.
Las frutas que tienen mayor cantidad son: manzana, ciruela, pera, pasas, uvas, albaricoque seco, cerezas, higos secos… Un factor a tener en cuenta es el grado de maduración: «mientras más madura sea la fruta, más cantidad contiene»
En cuanto a las verduras, hay que tener cuidado con: cebolla, tomate, coles, apio, calabaza, puerro… Las que mejor se digieren: acelgas, espinacas, alcachofas o champiñones.
Si este azúcar nos sienta mal, decimos que somos intolerantes. Pero la realidad es que debemos diferenciar entre diferentes patologías.
Es importante diferenciar las distintas patologías ya que influye para definir la restricción en la dieta y los azúcares tolerados. Tampoco las consecuencias son las mismas: los pacientes con IHF pueden tener consecuencias muy graves con la ingesta prolongada de fructosa.
Cada vez es más frecuente observar que determinados alimentos producen reacciones adversas. Estas reacciones pueden ser de dos tipos: alergia e intolerancia alimenticia.
Aunque alergias e intolerancias tienen algunos síntomas similares, son procesos distintos. Por ello, es necesario consultar al especialista para obtener un diagnóstico adecuado
De una manera sencilla podríamos definirla como «reacción adversa de nuestro organismo frente a alimentos que no son digeridos, metabolizados o asimilados completa o parcialmente». Se deben, fundamentalmente, a la ausencia de los elementos necesarios encargados de la correcta digestión del alimento que nos la causa. Y, como aspecto importante, «no interviene el sistema inmune».
Podemos establecer dos grandes grupos atendiendo a su origen:
Pero podemos hacer una clasificación más exhaustiva si nos centramos en cómo y qué la produce:
a) Metabólicas y/o enzimáticas. En este caso, un déficit enzimático o metabólico, imposibilita la correcta asimilación de determinadas sustancias de los alimentos. Existen pruebas específicas para su diagnóstico. Algunos ejemplos de las mismas serían:
b) Indeterminadas. Se producen por una mala asimilación del alimento independientemente del estado de la persona (se deben al alimento en sí y no al estado de la persona). Su diagnóstico es complejo ya que no siempre se producen al consumir el alimento en cuestión. Es un tipo de intolerancia alimenticia que no es de por vida, puede ser transitoria. Nos referimos a la enorme exposición actual a aditivos y contaminantes presentes en productos, sobre todo, procesados: conservantes, sulfitos, benzoatos, antioxidantes, colorantes…
c) Farmacológicas. Son reacciones a sustancias presentes en ciertos alimentos (vino, chocolate, fermentos…). Sustancias tales como las aminas vasoactivas (por ejemplo, histamina) y las metilxantinas (por ejemplo, cafeína).