La alergia al pescado es una reacción adversa de nuestro organismo ante la proteína del mismo con intervención del sistema inmune. Es una respuesta anómala que puede acarrear graves consecuencias.
Podemos destacar:
– Cutáneos. Picor, lesiones en la piel (ronchas) e hinchazón localizada.
– Digestivos. Dolor abdominal, nauseas, vómitos, diarrea…
– Respiratorios. Estornudos, moqueo, rinitis, respiración entrecortada, tos seca, asma…
Las reacciones que provoca esta alergia pueden ser muy graves. A menudo pueden desencadenar en anafilaxia. En este sentido, las personas asmáticas son las que más riesgo tienen.
Es frecuente, además, que niños con dermatitis atópica y asma, empeoren con el consumo de pescado. Por ello es conveniente vigilarlos.
Se han documentado también reacciones alérgicas al realizar ejercicio físico después de comer el pescado alérgeno.
Esta alergia también puede desencadenar síntomas sin haberlo ingerido. Por un lado, por contacto provocando urticaria. Por otro lado, por inhalación de vapores, desencadenando una crisis asmática.
El alergólogo es el profesional encargado de diagnosticar una alergia al pescado. Lo hará teniendo en cuenta la historia clínica, las pruebas cutáneas y las pruebas serológicas (IgE específica). Todos estos datos determinarán el tipo de pescado al que somos alérgicos.
El único tratamiento eficaz actualmente, es seguir una dieta exenta de los pescados responsables y derivados. Así como evitar el contacto o la exposición a sus vapores.
Recientemente se realizan tratamientos de desensibilización al pescado. Su finalidad es poder consumir estos alimentos sin riesgos.
Se suele recomendar incluir más pescado que carne en nuestra dieta por la cantidad y tipo de grasa. Los pescados blancos tienen poca cantidad de grasa y la grasa del pescado azul es insaturada (beneficiosa). Por esta razón, al excluir el pescado, nuestra dieta puede verse afectada.
Sería aconsejable incluir en la dieta habitual de alérgicos al pescado, aceites de semillas (girasol, soja, maíz) y frutos secos en cantidades moderadas. Esto supliría el aporte de ácidos grasos insaturados.
Otra opción podría ser recurrir a alimentos enriquecidos con Omega 3 que no proceda del pescado.
Sobre el autor